Ella traía una chamarra negra, los labios pintados, rojizos, las manos blancas de espasmos nerviosos, una noche antes, durmió con el único pensamiento que encerraba. Un beso.
Dos horas antes, se arreglaba el cabello, se veía al espejo y se preguntaba si hacía lo correcto, si haría lo correcto, guarda la compostura, regresa, vuelve a peinarse, se lava los dientes, se esfuma en los sueños, muñeca, frágil, sola, miedosa.
Se escapa en el aire por un instante, vulnerable, entonces, baja de una nube húmeda a la arena árida de la frontera que estaba ardiendo por ella, en ella.
Baja, ve miradas un poco incorrectas, los chequeos, las maletas, los recibos, tratando de interferir, entonces sale, y al verlo, flaquearon las delgaditas y malformadas piernas, entonces todo sueño se esfumó y la realidad que alcazó a ver fue la más utópica en su vida.
El cabello negro, canoso, la piel blanca, los ojos claros y tenues, el roce de los pulgares, la mano, los vellos llenos de escalofrío y entonces, el sin preguntar, sin permiso alguno, como conjuro emanado por los astros de mañana, de tarde, de noche, le dice: te amo e hicieron el amor en un beso desnudo.
Ella no pudo contestar... pero dentro de él, en el músculo rojo, palpitando, entendió.
A partir de ese momento, ninguna canción, ningúna palabra, bella, morbosa, cursi, podrá revelar lo que sólo un beso tranformó en el alma de aquella que aún no creía en el amor.
(Chaychi)
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