miércoles, 20 de julio de 2011

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

- El mundo es eso - reveló -. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

El libro de los abrazos. (Eduardo Galeano)

Mi favorito.

miércoles, 6 de julio de 2011

En espera.

Es realmente aburrido estar sentada esperando un no sé, torbellino de documentos que me atrapen las manos y la cabeza.De plano hoy me saca de la rutina un trío de personajes. Yo tengo mi Alma Mater, y soy lo que soy por mi formación, nunca me he considerado la mejor profesionista, no por falta de aspiraciones.

Hay gente podría decirme idealista pero no tolero a los difamadores sin oficio. Odio las publicaciones mala vibra, que degraden lo que venga por el hecho de sentirse superiores haciéndolo. No sé qué clase de escuela es a la que asistí. Recuerdo mis años universitarios y perfectamente entendí lo que es ser un profesionista moral. Es muy claro, no hables sin información, no te dirigas personalmente, no consumas porquerías que no conoces pero no hables mal si no las has probado, podrían resultar un producto prometedor, bla bla. Pero me enseñaron a hacer valer y a descubrir el pensamiento empático.

No sé, letras vienen, letras van, pero esas personas me hicieron pensar un poco en que la prudencia no es para todos. En fin, si no hubiese sido por eso, ahorita seguiría sentada esperando el agua de lluvia.