Mientras se empañaban los ojos rozaste uno de mis dedos meñiques, te olía el aliento de la nariz. Olía a curry. Salió una lágrima, un suspiro, deseos contenidos, internos y fríos que se agitaban mientras me provocabas los labios. Luego sucedió. Entrelazaste las manos y estalló el orgasmo, catársis, memorias, escalofríos, promesas, tiempo, distancias, frustraciones, amor de día, amor de noche. Llamaste al taxista y subiste mis maletas, yo no paraba de decirte what, what, what, tú reías como siempre, de repente corriste a la acera y cuando estuviste a punto de gritar eso que he querido escuchar hace tiempo me desperté. Carajo. Estaba ahí, inmersa entre las 3 cobijas San Marcos, tapada hasta los huesos. Te fuiste con el pensamiento.
La palabra... nunca se dijo.
Es tiempo de lavarme los dientes y los sueños.
Los sueños? depende... la historia te juzgará.
ResponderEliminarLos diente, sí, por favor.