
Mañana traeré palomitas.
En el hospital también lo darán por muerto, no sólo los médicos, sino también los instrumentos, que ya no le detectan el pulso. Sin embargo, ese sujeto gigantesco, vendado de pies a cabeza –como si fuera el hombre invisible–, de pronto se pone de pie, cobra vida, como la criatura del doctor Frankenstein, y emprende el camino incierto hacia una existencia nueva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ad líbitum